La pizarra
La pizarra de nuestra escuela era de color verde. Sorprendían sus dimensiones, ya que ocupaba casi toda una pared y se colocaba justo detrás de la mesa del profesor.
Desde ella el maestro irradiaba sus conocimientos a la clase. Durante muchas décadas se trató del único medio visual que teníamos en nuestra aula. Se escribía en ella con tiza blanca y cuando se utilizaba el borrador para limpiarla aparecía una nube blanca de polvo, que se esparcía por toda la clase.
Las pizarras más corrientes podían ser de color verde o negro y en un principio se trataba de un enorme rectángulo pintado sobre la propia pared. Años más tarde se convirtió en un elemento aislado que igual podía estar sostenido de la pared que apoyado sobre grandes patas en el suelo.
Cuando salías a ‘la pizarra’ y te sabías el tema todo era maravilloso si bien en caso contrario, era un lugar de tortura sin igual.
A lo largo de los años, al igual que todos los instrumentos didácticos de la Escuela, ha evolucionado hacia las Nuevas Tecnologías y actualmente, las pizarras electrónicas han sustituido el encerado de tiza y borrador, aunque no se ha perdido su función primigenia.
Antonio Santiago Ramos