La lata de leche en polvo
Una humilde lata nos transporta a un momento concreto de la historia de la escuela y de nuestro país, 1954-1968. Nos traslada a años en los que el hambre de la posguerra condujo a un empobrecimiento generalizado, a la desnutrición de la infancia y a una debilidad congénita que nos llevó a alcanzar la tasa de mortalidad infantil más alta de Europa.
El contexto político de la Guerra Fría hizo posible la supervivencia de la dictadura franquista, el ingreso de España en organismos internacionales y recibir ayuda alimentaria a través de los programas de cooperación al desarrollo de FAO-UNICEF.
Recibimos millones de kilos de alimentos en forma de leche en polvo, mantequilla y queso. Cáritas Escolares fue la encargada de distribuirlos; en 1954 disfrutaron del complemento alimenticio 70.000 estudiantes, en 1959 eran 2.348.510, pero no llegó a toda la población infantil solo a la escolarizada en colegios nacionales. Se repartieron unas 300.000 toneladas de leche en polvo, unos 3.000 millones de litros de leche.
Los contenedores cilíndricos de cartón marrón y anillas de aluminio en los que llegaba la leche en polvo se encuentran grabados en la memoria escolar y sentimental de una generación, como icono de una época, una rareza para quienes era la única leche que tomaban.
Se introdujo en el ritual de la escuela su elaboración diaria. Se calentaba agua en un caldero, ayudados de un infiernillo o estufa, removiendo con grandes paletas. Esta tarea podía durar una hora y recaía en estudiantes mayores o personal de los centros. Cada niña o niño llevaba su vaso en una bolsa de tela, cartera o colgado del cinturón; quienes podían lo acompañaban con una cuchara, azúcar o cacao. Los recipientes de barro, latón, aluminio o plástico, junto a los grumos y la tibieza del líquido, se encuentran grabados en los recuerdos de nuestros abuelos y padres.
Carmen Rosa García
- DIMENSIONES: 15×18 cm
- MATERIAL / SOPORTE: Latón
- CONTEXTO CULTURAL: 1954-1968
- AUTORÍA: Donación de los EE.UU.