En el imaginario de no pocas personas la figura del renacentista está asociada a un hombre polifacético que reunía conocimientos y habilidades de diferentes disciplinas, a la manera de Leonardo da Vinci, Miguel Ángel o León Battista Alberti. Quizá en la España renacentista no nació nadie con tan extraordinarias cualidades; pero sí nacieron seres extraordinarios y polifacéticos que encarnan este ideal. Posiblemente el más destacado de ellos sea Juan Luis Vives, humanista, filósofo, teólogo y político, precursor de la psicología y la pedagogía modernas, así como de los servicios sociales.
Nacido en una acomodada familia judía de Valencia, la Inquisición abrió un proceso contra ellos, de manera que Juan Luis Vives, que había comenzado sus estudios en Valencia, los continúa en la Sorbona de París, donde en 1512 alcanza el grado de doctor. Se traslada a Brujas y de allí a Inglaterra, renunciado a una plaza en la universidad de Alcalá de Henares por temor a que la Inquisición lo quemara, como había hecho con su padre en 1526. Vives logró establecerse en la Corte de Inglaterra, donde podía investigar más libremente. Allí enseñó a la hija de Catalina de Aragón, María Tudor, y trabó amistad con la reina y con Tomás Moro. Añorando a sus amigos flamencos, entre los que sobresalía Erasmo de Rotterdam, y la vida académica de Lovaina, regresó a Brujas, ya no bajo la protección de Enrique VIII y Catalina, sino de Carlos V.
Juan Luis Vives encarna como pocos la figura del renacentista ideal: políglota que domina seis lenguas, humanista preocupado por el ser humano, retorna a las fuentes clásicas (Aristóteles, Platón, los estoicos, etcétera) en busca de conocimiento, virtud y felicidad. Pero se muestra crítico contra el abuso del argumento de autoridad, es decir, no basta con que una tesis la afirme Aristóteles; es necesario que se demuestre. Por eso considera de especial importancia la observación y la experiencia en las investigaciones científicas. Muestra culto al trabajo y al sentimiento religioso íntimo.
Como no era infrecuente en el Renacimiento, desde una perspectiva filosófica Vives es ecléctico: se sitúa contra Aristóteles en lo que se refiere a la dialéctica, pero está de acuerdo con la metafísica de este. En cambio, respecto a la ética está más cerca del estoicismo y del platonismo. En cuanto a la física, es naturalista. Y experimentalista y racionalista en psicología. En suma, se trata de una filosofía crítica que elige método y corriente de pensamiento en función de lo que considera correcto y/o conveniente.
A Vives se le tiene como uno de los padres de la psicología moderna. La razón de ello es que en De anima et vita (1528), su obra más reconocida sobre esta materia, argumenta que en la medida de lo posible hay que distinguir la psicología de la metafísica. Con ello busca un método empírico, o sea, un camino cognoscitivo a partir de la observación y de la experiencia. Y aplica un método inductivo, adelantándose al parecer a figuras de la filosofía y de la ciencia moderna como Descartes o Francis Bacon.
Sus aportaciones sobre la enseñanza, por las que es considerado un precursor de la pedagogía moderna, no son menos interesantes. Su obra más relevante sobre esta materia es Introductio ad sapientiam (1524), que entre 1538 y 1649 se editó en sesenta y cinco ocasiones. En ella defiende que no se debe programar unos estudios comunes e iguales para todos los alumnos, sino que más bien se tiene que partir de un análisis riguroso de las aptitudes y habilidades de cada alumno y, en función de ello, orientar los estudios según estas aptitudes y habilidades, aunque esto signifique decantarse por disciplinas menos remuneradas o menos reconocidas socialmente. Asimismo, abogó por conciliar los intereses teóricos con los intereses prácticos en los estudios. Y adaptó los libros clásicos en los que se estudiaba latín con vocabularios acordes a la época.
Por último, a Vives se le considera el precursor del servicio organizado de asistencia social porque en su Tratado del socorro de los pobres (1525) concibió un plan de actuación contra la pobreza en la ciudad de Brujas. Trata el problema de la mendicidad, no desde la caridad religiosa, sino desde una visión secularizada, pretendiendo solucionarlo desde las instituciones públicas, que deben socorrer a los verdaderos pobres, obligando a trabajar a personas paradas, y consiguiendo una reforma del sistema sanitario y de asilo así como una organización benéfica. Por ello es uno de los precursores de los servicios sociales en Europa y de la intervención del Estado organizada a los necesitados.
Menéndez Pelayo ha declarado: «Dos o tres nombres hay que compitan con el suyo en la historia de la ciencia española; no hay ninguno que lo supere».
«Desterrada la justicia, que es vínculo de las sociedades humanas, muere también la libertad que está unida a ella y vive por ella» Juan Luis Vives (1492-1540)
Sebastián Gámez