El Super 8 Cinexin
En ocasiones, cuando veo la colección del Museo Andaluz de la Educación, me paro a pensar y no sé muy bien a qué generación pertenezco. Veo objetos e instrumentos que me recuerdan a mi infancia, pero otros me quedan muy alejados y echo en falta algunos. Y es que, soy de 1987 y me siento a medio camino entre esas divisiones que se suelen hacer entre los 80 y los 90. Pero, ¿sabéis qué? He tenido la gran suerte de vivir lo mejor de las dos décadas.
Crecí jugando en la calle, con las canicas y las hojitas de olores, «sollándome» las rodillas con el asfalto, jugando al escondite y al pollito inglés, a las palmitas, saltando a la comba y haciendo miles de virguerías con el elástico y mis manos. Y también jugué mucho en casa, en mi «cuarto de los juguetes», una habitación en la que apenas había muebles y mis juguetes lo inundaban todo. Sí, tuve mucha suerte. Alguna ventaja tenía que tener ser hija única, ¿no?
Uno de esos juguetes que llenaban aquella maravillosa habitación fue el Super Cinexin. No os podéis ni imaginar la cantidad de recuerdos que inundó mi ser cuando pude ver en la colección de juguetes del MAE aquel proyector azul en forma de cámara de vídeo con la que tantas y tantas horas pasé reproduciendo sus películas en una de mis paredes blancas.
Sí, el azul era el mío. La versión mejorada del Cinexin, el amarillo, que diseñó por primera vez la compañía española Exin en 1971 basándose en proyectores diseñados años anteriores en otros países. Y digo mejorada porque el Super 8 Cinexin, para mí el Super Cinexin, podía utilizar películas super 8, en vez de películas de 8mm como su antecesor, aportando mayor calidad y mejor definición a los vídeos.
Su funcionamiento era muy fácil: se insertaba el casete, se presionaba el botón de encendido y se giraba la manivela con la mano. Así, se podía decidir cómo avanzaba nuestra película y a qué velocidad. Y, si queríamos retroceder o parar la imagen, también se podía sin ningún problema. ¡Cómo una auténtica directora de cine!
Además, os puedo confesar que soy una apasionada de las películas de Disney, sobre todo de las de mi época, a día de hoy las sigo viendo con la misma ilusión y de alguna que otra podría cantar sus canciones al completo. Así que… imaginaos la ilusión de tener mi propio proyector con mis películas favoritas.
Recuerdo muchos de mis juguetes, alguno de ellos de una manera mucho más especial, no sabría decir el por qué. Tal vez por las horas que pasé jugando con ellos y lo divertido que eran los escenarios que me montaba en aquella habitación. Y, os garantizo, que el Super Cinexin, tiene un hueco muy especial en mi corazón y en mi memoria.
Myriam Escobar