La consejera del MAE y catedrática de la UMA, Carmen Sanchidrián, muestra su visión sobre el desarrollo y actividades del Museo y su importancia a nivel andaluz y nacional

El Museo Andaluz de la Educación, MAE, está dando sus primeros pasos. Porque poner en marcha un museo no es tarea fácil y necesita del compromiso constante de personas y organismos, hay que subrayar el apoyo unánime e incondicional del Ayuntamiento de Alhaurín de la Torre convencido desde el primer momento con el potencial de este proyecto. Pero también hay que citar a personas e instituciones. Entre las primeras, Jesús Asensi, propietario honorífico del MAE y apasionado por los objetos escolares*, y a José Antonio Mañas, que compartía con él esa pasión, en este caso centrada en objetos relacionados con la enseñanza de las ciencias. Ellos supieron atraer hacia el proyecto otras voluntades como la de de la Sociedad Malagueña de Ciencias, el Centro de Ciencia PRINCIPIA, muchos IES y CEIP andaluces o la misma Universidad de Málaga. El MAE es, pues, un proyecto en marcha y abierto, porque un proyecto que no se abre puede tener presente, pero no tendrá futuro.

Jesús Asensi, cuando ya estaba muy enfermo, en mayo de 2017, en un mail decía “Me ha dado tiempo a expresar en el artículo que publico en Aula algunas ideas de las que quisiera aplicar para el Museo de Alhaurín de la Torre”. No vamos, por tanto, a repetir aquí lo que él ya explicó en ese artículo y que está al alcance de todos (Asensi, 2016) pero sí queremos destacar lo importante que es para la sociedad malagueña y andaluza, para los historiadores de la educación y para todos los interesados tanto en la educación, en sentido amplio, como en la historia, el haber conseguido que esta iniciativa, que ese sueño, llegara a buen puerto.

Los nuevos museos, entre los que se sitúa el MAE, son instituciones educativas encargadas de conservar, estudiar y difundir un patrimonio. Esto debe hacerlo un museo de arte, un museo del vino, un museo del traje o un museo de la educación. Los museos  no son almacenes de objetos sino instituciones donde los objetos son conservados, estudiados y dados a conocer.

Muy sintéticamente, conservar los objetos implica  catalogarlos, clasificarlos y, en ocasiones,  restaurarlos. Los que se ocuparán de su estudio pueden ser historiadores de la educación, obviamente, pero también sociólogos, antropólogos, historiadores de la infancia, de la arquitectura, del libro, entre otros; el MAE ayudará a que estos colectivos puedan investigar las relaciones que se establecían entre los objetos y sus usuarios dando así la voz a los objetos que nos mostrarán una historia cultural, dado que los objetos implican valores, valores que difieren de unas personas a otras y de unos momentos a otros. En cuando a dar a conocer los objetos, los museos lo hacen a través de sus salas permanentes y  de sus exposiciones temporales que deben conectar con los visitantes. Esto no es fácil ya que un mismo objeto mostrado en un museo es visto de distinta forma por sujetos de distintas edades, niveles culturales, formación o procedencia. Pero todos ellos deben ser capaces de establecer relaciones con ellos porque eso es aprender, sea en las instituciones educativas o en la vida.

Los museos de la educación son claves para  los historiadores de la educación que no somos ni coleccionistas (aunque algunos tienen importantes colecciones), ni museólogos ni archivistas, sino estudiosos  del patrimonio educativo y en función de esa tarea tenemos algo de coleccionistas, museólogos y archivistas. Y del  mismo modo que  necesitamos de los museos de la educación para realizar nuestro trabajo, también podemos aportarles nuestros conocimientos.

Si pensamos en los objetos producidos para ser utilizados dentro de un aula (libros, mesas, sillas, edificios, materiales didácticos, etc.), sabemos que un mismo libro escolar puede ser usado de distintas formas en distintas clases y, si damos un paso más allá, por distintos alumnos dentro del mismo aula. Y si hablamos de los objetos producidos dentro del aula (cuadernos, dibujos, murales, exámenes, fotografías, horarios, agendas, informes de evaluación, etc.) entonces ya nos encontramos con que cada objeto es único en sí mismo. Utilizar los objetos para aprender del pasado, exige un proceso intelectual por parte de los visitantes de cualquier museo, proceso que casi siempre debe ser facilitado en el mismo museo por los paneles informativos, por la disposición de los objetos o por  expertos:

“Si queremos que los visitantes comprendan lo que ven y lo disfruten, tenemos que disponer de guías, mediadores o intérpretes de patrimonio, es decir, de personal especializado que se fundamenten en programas bien elaborados, con lo cual la comunicación estará asegurada” (Asensi, 2016, 125).

El MAE no es sólo una completísima colección de objetos escolares. Es un Museo de la Educación con todo lo que ese término implica. Los museos ya no son instituciones fosilizadas donde conservar el pasado. Son instituciones educativas y el objetivo de la educación es siempre conseguir un mañana mejor.

Esperemos que todos los que estamos contagiados por el entusiasmo de los promotores del MAE sepamos seguir transmitiendo la pasión por los objetos. Desde aquí, queremos ratificar el compromiso con un proyecto que ya no es sólo de los propietarios de los fondos del museo. Es un proyecto cultural que, como tal, aspira a convertirse en un museo para todos, en un referente en Andalucía y en un museo que queremos que sea valorado más por lo que hace, por lo que en él se puede aprender, que por lo que tiene.

* La referencia y texto completo de muchas de las publicaciones de Jesús Asensi puede verse aquí.

Referencia

Asensi Díaz, Jesús (2016). El Museo de la Educación y su entorno cultural, educativo, lúdico y turístico. Aula: Revista de Pedagogía de la Universidad de Salamanca, 22, 117-131.

Carmen Sanchidrián
Catedrática de Teoría e Historia de la Educación
Universidad de Málaga