¿Qué sentido tiene celebrar el día de Andalucía en medio de la crisis sanitaria, económica, laboral y social que vivimos? ¿Hay razones para celebrar algo en estas circunstancias? Entiendo que habrá personas que carezcan de motivos para ello, pero la vida quizá nunca es tan vida como cuando se celebra. Hay que mirar para atrás, recordar a los que ya no están, pero siguen estando en nosotros, y caminar ilusionados hacia un proyecto atractivo y edificante de vida en común, sin saber con certeza lo que nos deparará el horizonte.
Como cualquier otra conmemoración, celebrar el 28 de febrero el día de Andalucía puede no ser más que una convención social que se repite mecánicamente en el calendario de cada año como se repiten las horas del día en las agujas del reloj. Si tiene algún sentido es porque nosotros lo animamos, y lo animamos con la actitud, con los sentimientos, con la voluntad y el esfuerzo con los que afrontamos la vida.
No sé si tenemos razones para sentirnos orgullosos, puesto que en no pocas ocasiones el orgullo ciega y nos impide reconocer, pero tenemos motivos para sentirnos agradecidos de haber nacido en esta tierra, bajo este cielo y esta luz transparente que reverbera sobre los cuerpos. Dicen que este es el pueblo más viejo del Mediterráneo, más aún que griegos y romanos; en esta tierra se concibió la primera Constitución de España; aquí han nacido glorias de nuestras artes y letras, como Velázquez y Picasso, como Góngora, Antonio Machado y Juan Ramón Jiménez, como Lorca, Vicente Aleixandre o Luis Cernuda; pensadores de la talla de Averroes y Maimónides, Ibn Gabirol y María Zambrano, Emilio Lledó y Javier Muguerza; aquí nació el que tal vez haya sido el principal arquitecto del sistema educativo más fructífero que ha conocido España, Francisco Giner de los Ríos; uno de los políticos más decisivos del siglo XIX, Cánovas del Castillo, y otro de los más decisivos del siglo XX, Felipe González… Excelentes científicos no abundan, ¿quiénes de vosotros quieren serlo?
Antes que preguntarse por lo que esta tierra puede hacer por nosotros, pregúntense más bien qué podemos nosotros hacer por ella, porque la grandeza de un espacio geográfico y cultural, además de en su riqueza natural, reside sobre todo en sus habitantes. ¿Qué es Andalucía sino lo que los andaluces hacemos de ella y de nosotros? Aquí será difícil que siendo realistas no nos sintamos divididos entre la vergüenza y el orgullo, entre la miseria y el esplendor… Pero, en todo caso, recíprocamente es como nos forjamos: de esta tierra venimos, pero esta tierra es así por cómo la cultivamos y nos cultivamos.
Ahora bien, las identidades –ser andaluz, catalán, vasco, español– no son espacios cerrados ni excluyentes, como si solo se pudiera ser andaluz o anti-andaluz, y como si ser andaluz tuviera que ir contra una identidad nacional, pongamos España; sino que como piedras arrojadas al río se asemejan a ondas concéntricas que se comunican y multiplican: somos de una localidad, de una provincia y a la vez andaluces, españoles, europeos y ciudadanos del mundo…
De hecho, si nosotros hemos nacido en esta tierra, bajo este cielo y esta luz transparente que reverbera sobre los cuerpos, nuestras raíces culturales, por las que nos nutrimos del mundo, se extienden por lugares insospechados: ¿qué hubiera sido de Velázquez sin la pintura italiana y, en particular, sin Tiziano y sin Rubens? Picasso no hubiera descubierto el cubismo sin Cézanne, el Greco, las máscaras africanas o la escultura ibérica; Juan Ramón Jiménez no hubiera llegado a la poesía pura sin la poesía simbolista francesa, que a su vez se alimenta de… Góngora. Esto es la cultura en su sentido más amplio y profundo: un diálogo abierto sin cesar, un camino de ida y vuelta sin fin.
Por ello, aunque nos sintamos agradecidos de haber nacido o crecido en esta tierra, nuestro horizonte es el mundo. Los méritos artísticos, literarios, filosóficos, científicos, educativos, políticos… que no traspasen las fronteras autonómicas o nacionales pueden tener valor, sí, pero no formarán parte de ese diálogo universal que nos constituye y abraza por abajo y por encima de esos muros imaginarios que levantamos como una patria chica y provinciana o nacionalista sin advertir que a menudo nos limitan y encierran. Andaluces, adonde quiera que anden, andad con luces, o sea, con conocimiento para guiar con arte la vida, que no es solo tuya o mía, es de todos y de nadie.
Sebastián Gámez Millán
Sebastián Gámez Millán (Málaga, 1981) es licenciado y doctor en Filosofía por la UMA con la tesis La función del arte de la palabra en la interpretación y transformación del sujeto. Ejerce como profesor de esta disciplina en el IES “Valle del Azahar” (Cártama Estación). Ha sido profesor-tutor de Historia de la Filosofía Moderna y Contemporánea y de Éticas Contemporáneas en la UNED de Guadalajara.
Ha participado en más de treinta congresos nacionales e internacionales y ha publicado más de 200 artículos y ensayos sobre filosofía, antropología, teoría del arte, estética, literatura, ética y política. Es autor de Cien filósofos y pensadores españoles y latinoamericanos (Ilusbooks, Madrid, 2016), Conocerte a través del arte (Ilusbooks, Madrid, 2018) y Meditaciones de Ronda (Anáfora, Málaga, 2020). Ha colaborado con artículos en quince libros, entre los cuales cabe mencionar: Ensayos sobre Albert Camus (2015), La imagen del ser humano. Historia, literatura, hermenéutica (Biblioteca Nueva, 2011), La filosofía y la identidad europea (Pre-textos, 2010), Filosofía y política en el siglo XXI. Europa y el nuevo orden cosmopolita (Akal, 2009). Ha ejercido de comisario y escrito para numerosas exposiciones de artes.
Escribe habitualmente en diferentes medios de comunicación (Descubrir el Arte, Café Montaigne. Revista de Artes y Pensamiento, Homonosapiens, Claves de Razón Práctica, Cuadernos Hispanoamericanos, Sur. Revista de Literatura…) sobre temas de actualidad, educativos, filosóficos, literarios, artísticos y científicos. Le han concedido cinco premios de ensayo, cuatro de poesía y uno de micro-relatos, entre ellos el premio de Divulgación Científica del Ateneo-UMA (2016) por Un viaje por el tiempo, y la Beca de Investigación Miguel Fernández (2019, UNED) por Cuanto sé de Eros. Concepciones del amor en la poesía hispanoamericana contemporánea, que debe ver la luz a finales de 2020.