«La nobleza del hombre de ciencia consiste en ser ministro del progreso, sacerdote de la verdad y confidente del Creador»
Según el dictum de Heidegger: «la ciencia no piensa». Naturalmente, quienes piensan son los científicos. Y entre los nacidos en España, posiblemente ninguno haya sido tan destacado y reconocido como Santiago Ramón y Cajal, considerado padre de la neurología moderna, ya que identificó la neurona como unidad del sistema nervioso de organismos biológicos, motivo por el que en 1906 recibió el Premio Nobel de Medicina o Fisiología, junto con el italiano Camillo Golgi (1843-1926).
La neurona es la célula nerviosa que transmite información entre diferentes partes del cerebro. Una neurona consta de un cuerpo celular con núcleo y prolongaciones llamadas dentritas, que son las que reciben los mensajes. El axón, una extensión de la célula, conecta una célula a las dentritas de otra, de modo que cuando una neurona es estimulada, ondas de iones de sodio y de potasio transportan un impulso eléctrico a través del axón. El contacto entre neuronas es lo que denominamos sinapsis.
Santiago Ramón y Cajal fue un ser humano extraordinario. Quizá una de las frases que mejor ayuden a comprender a este individuo es la que él mismo anotó en la primera parte de su autobiografía, Mi infancia y juventud (1901): «Me devora la sed insaciable de libertad y de emociones novísimas». A través de ella comprendemos sus aventuras infantiles, su rebeldía ante las imposiciones paternas, la tenacidad con la que se dedicó, en distintas épocas de su vida, a la gimnasia, a la pintura, al ajedrez o a la fotografía. Por supuesto, la investigación científica es fuente de esta «sed insaciable», del placer de descubrir, de este aire de libertad que suscita el conocimiento.
Científico y humanista, desde niño tuvo vocación por las artes y en especial por el dibujo, que tal vez le permitiría percibir hasta donde no se puede ver comúnmente. Recibió de la Institución Libre de Enseñanza el amor por la naturaleza. Estudió medicina en Zaragoza. Fue médico en la guerra de Cuba (1873–1875). Se doctora en 1877. Gana la cátedra de anatomía descriptiva de la facultad de medicina de Valencia en 1882. Cinco años más tarde ocupa la cátedra de histología de la universidad de Barcelona. En 1888 descubre los mecanismos que gobiernan la morfología y los procesos conectivos de las células nerviosas de la materia gris del sistema nervioso. Un año después su teoría es aceptada por la comunidad científica y se conoce como «doctrina de la neurona». En 1892 se traslada a la cátedra de la universidad Central de Madrid. Aparte del Nobel, su trabajo mereció multitud de reconocimientos, entre los que mencionaremos: doctor honoris causa por las universidades de Boston, La Sorbona o Cambridge en 1899, la Gran Cruz de la Legión de Honor Francesa (1914) o la Gran Cruz de la Orden Imperial alemana (1915).
Tuvo que crear Ramón y Cajal ciertas técnicas, hasta entonces desconocidas, para alcanzar sus más reconocidos descubrimientos. Modificó el método de Golgi y desarrolló nuevas técnicas de impregnación que tienen como modelo las artes de revelado fotográfico. Además de la teoría de la neurona, concibió la teoría de la polarización dinámica, el método ontogenético de investigación y la regeneración y degeneración del tejido nervioso, que le ha convertido también en un pionero de la medicina regenerativa: «Todo hombre puede ser, si se lo propone, escultor de su propio cerebro».
El prestigioso de un científico se puede medir, hasta cierto punto, por su influencia, por sus discípulos y por las citas que recibe su obra por parte de otros investigadores. Pues bien, Santiago Ramón y Cajal es actualmente el Premio Nobel más citado. A pesar de tan brillante trayectoria jalonada con multitud de reconocimientos, este científico no dejó de mantener una actitud humilde y honesta, consciente de que ninguna tarea importante es, en rigor, individual: «Los descubrimientos científicos constituyen una labor colectiva en la que con frecuencia es difícil atribuir el mérito a un sabio determinado. Algunos sabios como Retzius, Hiss, Forel o van Geuchten han contribuido a sugerir, preparar o desarrollar varios puntos de mis modestos descubrimientos».
Creía en la importancia de la observación desprejuiciada: «¡Qué de hipótesis, al parecer definitivas, han caído ruidosamente! En cambio ahí están inmutables y desafiando a la crítica los hechos bien observados». Poseía una concepción social y solidaria de la ciencia: «Jamás olvides que tus talentos no valen sino por la sociedad y para la sociedad; piensa que a pesar de tu aparente aislamiento, eres una célula del organismo Nacional». Pero al mismo tiempo que era patriota («amemos la patria, aunque no sea más que por sus merecidas desgracias») –patriota, no nacionalista–, era un espíritu cosmopolita y universal: «La ciencia no tiene patria, los científicos sí».
Sebastián Gámez
Sebastián Gámez Millán
Sebastián Gámez Millán (Málaga, 1981) es licenciado y doctor en Filosofía por la UMA con la tesis La función del arte de la palabra en la interpretación y transformación del sujeto. Ejerce como profesor de esta disciplina en el IES “Valle del Azahar” (Cártama Estación). Ha sido profesor-tutor de Historia de la Filosofía Moderna y Contemporánea y de Éticas Contemporáneas en la UNED de Guadalajara.
Ha participado en más de treinta congresos nacionales e internacionales y ha publicado más de 200 artículos y ensayos sobre filosofía, antropología, teoría del arte, estética, literatura, ética y política. Es autor de Cien filósofos y pensadores españoles y latinoamericanos (Ilusbooks, Madrid, 2016), Conocerte a través del arte (Ilusbooks, Madrid, 2018) y Meditaciones de Ronda (Anáfora, Málaga, 2020). Ha colaborado con artículos en quince libros, entre los cuales cabe mencionar: Ensayos sobre Albert Camus (2015), La imagen del ser humano. Historia, literatura, hermenéutica (Biblioteca Nueva, 2011), La filosofía y la identidad europea (Pre-textos, 2010), Filosofía y política en el siglo XXI. Europa y el nuevo orden cosmopolita (Akal, 2009). Ha ejercido de comisario y escrito para numerosas exposiciones de artes.
Escribe habitualmente en diferentes medios de comunicación (Descubrir el Arte, Café Montaigne. Revista de Artes y Pensamiento, Homonosapiens, Claves de Razón Práctica, Cuadernos Hispanoamericanos, Sur. Revista de Literatura…) sobre temas de actualidad, educativos, filosóficos, literarios, artísticos y científicos. Le han concedido cinco premios de ensayo, cuatro de poesía y uno de micro-relatos, entre ellos el premio de Divulgación Científica del Ateneo-UMA (2016) por Un viaje por el tiempo, y la Beca de Investigación Miguel Fernández (2019, UNED) por Cuanto sé de Eros. Concepciones del amor en la poesía hispanoamericana contemporánea, que debe ver la luz a finales de 2020.