Sebastián Gámez entrevista al Catedrático de Lógica y Filosofía de la Ciencia Antonio Diéguez Lucena, que ingresó el pasado 5 de marzo en la Real Academia de Ciencias de Málaga con un discurso sobre «¿Cómo surgió la mente?»

El pasado 5 de marzo de 2020 ingresó en la Real Academia Malagueña de Ciencias (1872) Antonio Diéguez Lucena, Catedrático de Lógica y Filosofía de la Ciencia. Este Doctor en Filosofía ha presidido la Asociación Iberoamericana de Filosofía de la Biología (AIFIBI) hasta septiembre de 2015. Y ha sido profesor invitado en la Universidad Autónoma de México (UNAM) e investigador visitante en las universidades de Helsinki, Harvard y Oxford. Por su trayectoria investigadora (recuerdo ahora el título detres de sus últimos libros publicados: Filosofía de la Ciencia (2005); La evolución del conocimiento. De la mente animal a la mente humana (2011); La vida bajo escrutinio. Una introducción a la filosofía de la biología (2012) y docente (profesor en la Universidad de Málaga de Filosofía de la Ciencia, Filosofía de la Biología y Ciencia, Tecnología y Sociedad) posee el perfil idóneo para explorar y aproximarnos a las cuestiones relativas al transhumanismo, que será uno de los temas de nuestro tiempo, y sobre el que ha publicado recientemente el libro Transhumanismo. La búsqueda tecnológica del mejoramiento humano (2017), investigación por la que lo han llamado desde distintos lugares de España (Madrid, Barcelona, País Vasco…) y del mundo (México, Colombia…). Ahora tiene también el reto, en el seno de la Academia de las Ciencias de Málaga de, si no contribuir a una alianza, al menos sí aproximar las ciencias y las humanidades (E. O. Wilson lo denominó “Tercera Ilustración”), actividad en la que sin duda cooperará, pues se define como “un naturalista filosófico”, es decir, alguien que cultiva la filosofía en estrecho contacto con las ciencias.

  • En su discurso de ingreso, titulado “¿Cómo surgió la mente?”, comenzó oponiéndose al escepticismo del Catedrático de Genética de Harvard, Richard Lewontin, acerca de la posibilidad de conocer las capacidades adaptativas del ser humano, y afirmando que la revolución darwiniana permanece inacabada. ¿Puede resumirnos en qué aspectos ha afectado la revolución de Darwin?

Si te refieres a en qué aspectos ha afectado a la filosofía, son muchos. Podría decirse sin exagerar que el darwinismo es en estos momentos una de las corrientes de pensamiento más influyentes en la filosofía. Desde Nietzsche o Spencer en adelante, el darwinismo ha cambiado nuestra visión del ser humano. Pero en mi conferencia yo me centré en la evolución de nuestras capacidades cognitivas, es decir, traté de mostrar que, pese al pesimismo de Richard Lewontin al respecto, tenemos ya datos bastante relevantes e hipótesis interesantes acerca del modo en que evolucionaron las capacidades cognitivas en aves y mamíferos, y especialmente en primates, que, por su cercanía filogenética, es lo que más nos concierne a la hora de entender la mente humana.

  • Al menos desde Darwin, en efecto, las diferencias entre humanos y animales son cuantitativas, no cualitativas. Precisamente en su discurso desmontó capacidades que se le atribuían exclusivamente a los seres humanos y que, desde la etología, la primatología, la psicología evolucionista o la neurología, se ha descubierto que otras especies comparten con nosotros. ¿Puede explicarnos algunas de estas capacidades que creíamos que pertenecían exclusivamente a los humanos?

Fundamentalmente hemos descubierto que la capacidad para razonar, en el sentido de realizar inferencias, no es exclusiva de los humanos. Algunos animales, especialmente los grandes simios, pueden realizar inferencias de cierta complejidad, incluyendo inferencias causales (a partir de un efecto determinar una causa), pese al hecho de que no poseen lenguaje. Lo cual, por cierto, desmonta también el viejo prejuicio de que sin lenguaje no puede haber pensamiento. Obviamente, sin el lenguaje, los animales no pueden tener un pensamiento muy complejo, y además carecen de la capacidad de viajar mentalmente hacia el futuro, más allá de unas horas, pero, pese a todo, pueden realizar inferencias y categorizaciones con un cierto grado de abstracción. También se pensaba hasta hace poco que los animales carecían de consciencia, pero hoy se sabe que algunos pueden reconocer su imagen en un espejo, y, por tanto, tienen una cierta idea de su identidad corporal. Lo que más se discute quizás es si algunos grandes simios tienen lo que se denomina una “Teoría de la Mente”, es decir, si son capaces de entender que otros congéneres son agentes intencionales con creencias y deseos como los suyos. El escepticismo que dominaba sobre este asunto hace unos años ha sido sustituido hoy por una posición más abierta. Hay, por ejemplo, experimentos que parecen mostrar que los grandes simios pueden atribuirles creencias falsas a otros individuos y obrar en consecuencia.

  • Sin embargo, ¿desempeña en los animales no humanos un papel tan constitutivo la cultura, la técnica o el lenguaje? Quiero decir que hay pruebas de que otras especies, y no sólo de primates, se sirven de lo anterior, pero ¿hasta qué punto se constituyen en lo que son, como nos ocurre a los humanos con la cultura, la técnica o el lenguaje? Pienso que precisamente por la evolución cultural los humanos hemos acelerado, para bien y para mal, los ritmos de la evolución natural, cosa que es impensable en otras especies…

Los humanos tenemos una cultura acumulativa, gracias sobre todo al lenguaje, de la que carecen los animales. Cuando los primatólogos hablan de culturas diferentes en chimpancés, por ejemplo, se refieren a diferentes tipos de acciones (como lavar batatas o pulir palitos para obtener termitas) que se transmiten mediante aprendizaje social. Pero sobre esa cultura y técnica básicas los chimpancés no pueden edificar generación tras generación nuevas mejoras que se vayan acumulando y permitiendo el desarrollo de una cultura en sentido pleno. Para eso el lenguaje y la capacidad de planificación a largo plazo son fundamentales. En los seres humanos, por ello, podemos hablar de una evolución cultural que se ha desarrollado a partir de la evolución biológica, pero que en cierto modo la ha modulado y ha convertido al ser humano en lo que Ortega llamaba un “centauro ontológico”, es decir, un ser en parte natural y en parte cultural. En esto estamos muy distantes de cualquier animal.

  • El respuesta a su discurso, el médico y académico Federico Soriguer, repasó su trayectoria y lo definió como “un filósofo realista crítico”, a la manera de su admirado Popper, y en la línea de los nuevos y destacados filósofos de la ciencia de la cultura hispanoamericana: Mario Bunge, Jesús Mosterín, Víctor Gómez Pin, Carlos Moya, Javier Echeverría… Reivindicando unas humanidades cada vez más científicas y unas ciencias más humanas. ¿En qué aspectos, y cómo, podría y debería mejorarel diálogo entre lo que Snow denominó “las dos culturas”?

Los que nos dedicamos a la filosofía de la ciencia o de la tecnología nunca hemos entendido bien esa separación entre “las dos culturas”, la científica y la humanística. Siempre hemos tenido la sensación de que la cultura es una sola. De hecho, esa separación tan radical como la que hoy establece nuestro sistema educativo, es más reciente de lo que se piensa. No va mucho más atrás del siglo XIX. Afortunadamente, debido a los retos éticos que está planteando el desarrollo de las nuevas tecnologías, especialmente, la inteligencia artificial y las biotecnologías, son cada vez más las voces que reclaman que esa dicotomía radical desaparezca de los planes de estudios, es decir, que los científicos e ingenieros reciban una cierta formación en asignaturas de humanidades y que los estudiantes de humanidades reciban una formación adecuada a los tiempos en temas científicos y tecnológicos. Me parece que no solo es lo sensato, sino que es el único modo de impedir que el desarrollo científico-técnico siga siendo controlable por los ciudadanos.

Sebastián Gámez Millán

Sebastián Gámez Millán (Málaga, 1981) es licenciado y doctor en Filosofía por la UMA con la tesis La función del arte de la palabra en la interpretación y transformación del sujeto. Ejerce como profesor de esta disciplina en el IES “Valle del Azahar” (Cártama Estación). Ha sido profesor-tutor de Historia de la Filosofía Moderna y Contemporánea y de Éticas Contemporáneas en la UNED de Guadalajara.

Ha participado en más de treinta congresos nacionales e internacionales y ha publicado más de 200 artículos y ensayos sobre filosofía, antropología, teoría del arte, estética, literatura, ética y política. Es autor de Cien filósofos y pensadores españoles y latinoamericanos (Ilusbooks, Madrid, 2016), Conocerte a través del arte (Ilusbooks, Madrid, 2018) y Meditaciones de Ronda (Anáfora, Málaga, 2020). Ha colaborado con artículos en quince libros, entre los cuales cabe mencionar: Ensayos sobre Albert Camus (2015), La imagen del ser humano. Historia, literatura, hermenéutica (Biblioteca Nueva, 2011), La filosofía y la identidad europea (Pre-textos, 2010), Filosofía y política en el siglo XXI. Europa y el nuevo orden cosmopolita (Akal, 2009). Ha ejercido de comisario y escrito para numerosas exposiciones de artes.

Escribe habitualmente en diferentes medios de comunicación (Descubrir el Arte, Café Montaigne. Revista de Artes y Pensamiento, Homonosapiens, Claves de Razón Práctica, Cuadernos Hispanoamericanos, Sur. Revista de Literatura…) sobre temas de actualidad, educativos, filosóficos, literarios, artísticos y científicos. Le han concedido cinco premios de ensayo, cuatro de poesía y uno de micro-relatos, entre ellos el premio de Divulgación Científica del Ateneo-UMA (2016) por Un viaje por el tiempo, y la Beca de Investigación Miguel Fernández (2019, UNED) por Cuanto sé de Eros. Concepciones del amor en la poesía hispanoamericana contemporánea, que debe ver la luz a finales de 2020.