Una reseña sobre la exposición «Cosmos», en la Biblioteca Nacional de Madrid, comisariada por José Manuel Sánchez Ron
A pesar de que el “cosmos”, entendido como una totalidad ordenada, como el conjunto de todo lo que existe, el universo, ha sido esencialmente el mismo desde hace millones de años, nuestra concepción de él ha ido cambiando a lo largo de la historia desde cosmovisiones eminentemente antropocéntricas, sobre todo con el auge y la expansión del cristianismo durante la Edad Media, a concepciones donde el ser humano ya no es el centro de la creación, como empezamos a conocer a partir de la Revolución Científica que atribuimos a Copérnico, Kepler, Galileo, Descartes, Newton, por un lado, y Darwin, Mendel y la síntesis de la biología moderna, por otro.
Esta exposición que se muestra en la Biblioteca Nacional de Madrid desde el 19 de marzo al 9 de septiembre de 2018, comisariada por el Catedrático de Física, historiador y divulgador de las ciencias y miembro de la Real Academia de la Lengua española, José Manuel Sánchez Ron, está compuesta por algo más de 200 piezas y numerosas ediciones de un extraordinario catálogo de los libros que mayor influencia han tenido en las diferentes configuraciones del cosmos y de la historia de las ciencias.
Dividida en cuatro partes interconectadas de mayor a menor, cada una de estas secciones sigue un hilo cronológico deteniéndose en hitos de la ciencia, en momentos estelares, cuando no revolucionarios. La primera se la dedica al Universo, y en ella podemos encontrar obras de Aristóteles, Ptolomeo, Copérnico, Kepler, Galileo, Newton y Einstein. La segunda está dedicada al planeta Tierra, es decir, a las teorías que conocemos para explicar la estructura y dinámica de los elementos que lo constituyen, así como a los individuos que la cartografiaron y exploraron, como Ptolomeo, Colón, Jorge Juan, Lavoisier, Lyell y Humboldt.
La tercera parte ofrece una visión de la Vida, de la inmensa variedad y diversidad de especies vegetales y animales que pueblan este asombroso planeta. Entre las obras de científicos cabe destacar aquí la de Vesalio, Linneo, Darwin y Ramón y Cajal. Por último, la cuarta parte de esta exposición está dedicada a una de las creaciones humanas que están transformando más deprisa y globalmente el mundo, la Tecnología. En esta parte encontramos imágenes de grandes científicas –mencionar un nombre es olvidar muchos–, un reconocimiento sin duda justo que con el tiempo no hará sino incrementar el número de aportaciones decisivas de mujeres científicas para el bien de la humanidad.
Rica en primeras ediciones de investigaciones filosóficas (incluye textos de Aristóteles y Descartes, entre otros) y científicas, pone de manifiesto que José Manuel Sánchez Ron, como gran conocedor y divulgador de la historia de las ciencias, no ignora que el contexto histórico y social se entreteje con las preguntas filosóficas y culturales de la época; en cambio, su ilustración con objetos y artilugios mecánicos no está a la misma altura.
Entre los tesoros bibliográficos destacan los Cuadernos de Leonardo da Vinci, cartas de Darwin y Humboldt, y primeras ediciones de obras clásicas de las ciencias. De los objetos, resaltaría el microscopio de Santiago Ramón y Cajal y la formidable instalación de la tabla periódica de los elementos, que abarca desde los cuatro antiguos, Agua, Aire, Tierra y Fuego, a los 118 que se conocen actualmente. Las imágenes, con el agua de fondo como símbolo de vida, nos permiten imaginar los innumerables elementos compuestos químicamente y advertir algunos de los desafíos y amenazas que se presentan, puesto que las ciencias están lejos de ser neutrales, si bien en última instancia son las interesadas motivaciones humanas las que la arrastran de aquí para allá.
Respecto a las imágenes artísticas, me decantaría por un dibujo de Durero, el retrato de Arquímedes de José de Ribera y un capricho de Goya que sueña con volar. El primero de estos permite vincular, como los cuadernos de Leonardo o los dibujos de Ramón y Cajal, el arte con la ciencia, pues la precisión del dibujo contribuye a que la representación sea más fiel y justa, agudiza la mirada y amplía el entendimiento.
Por lo que se refiere a la selección de citas (desde la clásica de Galileo en la que compara por medio de una metáfora la Naturaleza con un libro escrito en caracteres matemáticos, concepción que hunde sus raíces en la filosofía pitagórica, hasta una cita Rita-Levi Montalcini sobre la importancia del lenguaje en la evolución y el desarrollo humano, pasando por otras de Darwin o Marie Curie) es bastante acertada.
No obstante, echo de menos más preguntas y más experimentación –dos métodos decisivos para la filosofía, las ciencias y el arte–, ya que como indicaba el añorado Jorge Wagensberg, en tres aforismos que deberían retener los directores de museos: 1) Un museo no es para visitar, sino para experimentar: decir “no voy al Museo del Prado porque ya he estado” es como decir “no voy a la playa porque ya la he visto”; 2) La trascendencia de un museo no se mide por el número de visitantes, sino por los kilos de conversación que genera antes, durante y después de la visita; 3) Un museo está vivo cuando el visitante tiene más preguntas después de salir que antes de entrar”. Tengo la impresión de que los visitantes de esta exposición salen admirados del códice de Leonardo, pero no formulándose preguntas ni habiendo experimentado, actividades que desde un punto de vista científico pueden ser más valiosas y enriquecedoras.
Comenzábamos esta reseña crítica con una reflexión sobre las diferentes cosmovisiones a lo largo de la historia. Con las diferentes cosmovisiones cambia nuestra concepción de nosotros mismos dentro del cosmos. Me parece sintomático de nuestros tiempos que preguntas como las que se formularon Max Scheler, ¿cuál es el puesto del ser humano en el cosmos? hayan desparecido de nuestro horizonte.
Por un lado, este alejamiento de la visión antropocéntrica me parece un logro civilizador, un progreso, ya que nos permite comprendernos en un todo más vasto no regido por el ser humano, sino por una naturaleza que precisamente mediante la técnica, la ciencia y la tecnología hemos intentado dominar cada vez con mayor éxito, pero nunca de manera definitiva. Pero, por otro lado, olvidamos para qué o, lo que es lo mismo, para quiénes hacemos ciencia. Quizá convendría que este fuera el objeto de una próxima exposición con el fin de que la razón moral y emancipadora no se vea tiranizada por la razón instrumental, como ha sido frecuente a lo largo de los últimos tiempos.
Sebastián Gámez Millán (Málaga, 1981)
Licenciado y doctor en Filosofía por la UMA con la tesis La función del arte de la palabra en la interpretación y transformación del sujeto. Ejerce como profesor de esta disciplina en el IES “Valle del Azahar” (Cártama Estación). Ha sido profesor-tutor de Historia de la Filosofía Moderna y Contemporánea y de Éticas Contemporáneas en la UNED de Guadalajara. Posee diez años de experiencia docente en centros públicos y concertados, en los que ha ejercido de tutor de diferentes grupos de Bachillerato y la ESO.
Ha participado en más de treinta congresos nacionales e internacionales y ha publicado más de 90 artículos y ensayos sobre filosofía, antropología, teoría del arte, estética, literatura, ética y política. Es autor de Cien filósofos y pensadores españoles y latinoamericanos (Ilusbooks, Madrid, 2016), y en breve aparecerá Conocerte a través del arte (Ilusbooks, Madrid, 2018). Ha colaborado con artículos en diez libros, entre los cuales cabe mencionar: Ensayos sobre Albert Camus (2015), La imagen del ser humano. Historia, literatura, hermenéutica (Biblioteca Nueva, 2011), La filosofía y la identidad europea (Pre-textos, 2010), Filosofía y política en el siglo XXI. Europa y el nuevo orden cosmopolita (Akal, 2009).
Ha comisariado dos exposiciones de arte (La caverna de Platón y La torre de Montaigne), una de fotografía (Lugares comunes) y escrito para diferentes exposiciones de pintura.
Escribe habitualmente en diferentes medios de comunicación (Descubrir el Arte, Café Montaigne, Homonosapiens, Sur. Revista de Literatura, CASC, Culturamas…) sobre temas de actualidad, educativos, filosóficos, literarios, artísticos y científicos. Le han concedido cuatro premios de ensayo y varios de poesía, entre ellos el premio de Divulgación Científica del Ateneo-UMA (2016) por Un viaje por el tiempo, ensayo que la editorial Renacimiento ha acordado publicar en otoño de 2018.