Libremente: enseñar o adoctrinar
¿Cuáles son los límites que distinguen el acto de “enseñar” del de “adoctrinar”? Según el diccionario de la RAE, “adoctrinar” significa “inculcar a alguien determinadas ideas o creencias”. ¿Se puede enseñar sin “inculcar determinadas ideas o creencias”? ¿Cómo educar sin contagiar, persuadir o inducir? Las fronteras entre lo uno y lo otro están lejos de ser evidentes, sobre todo si partimos de la premisa, tan cierta como justa, de que no hay pensamiento exento por completo de ideología.
En la exposición “De la escuela al colegio. Un recorrido por las aulas 1900-1970”, Jesús Asensi Díaz y José Antonio Mañas nos invitaron a partir de los materiales de sus colecciones a mostrarnos y reflexionar cómo se enseñaba a la vez que se adoctrinaba durante esta época de nuestro pasado reciente. Por lo que se refiere a la materia de Historia, por ejemplo, se interpretaba conforme a “la orientación ideológica dominante en su momento”, una historia que no era la intrahistoria reivindicada por Unamuno, sino la protagonizada por una “sucesión de reyes y caudillos y de guerras y batallas” donde se exaltaba a los personajes desde una visión de héroes y mártires.
Con la retórica de nuestros tiempos, estas prácticas siguen a la orden del día, y no solo en Cataluña, donde el grado de manipulación y adoctrinamiento a fin de ganar adeptos para la causa independentista es tan indignante como inaceptable, pues están instrumentalizando la vida de estas personas, sean o no menores de edad. Dentro de poco tendremos la oportunidad de aproximarnos desde múltiples perspectivas a la poderosa influencia que ha ejercido sobre nosotros la enseñanza a partir de las colecciones privadas que las dos personas arriba mencionadas han donado para la creación del Museo de la Educación de Andalucía (MAE), que tendrá su sede en Alhaurín de la Torre.
La enseñanza es esencial porque amplía nuestras libertades, poderes y responsabilidades. De modo que la enseñanza, que principalmente consiste en querer dotarse de una buena educación y formación, debe proporcionar a los alumnos herramientas conceptuales y prácticas que les permitan ser lo más autónomos posibles en cualquier ámbito de la vida. Por tanto, no se debe evaluar solo por contenidos (actualmente los pedagogos dirán por “estándares de aprendizaje”), aunque los contenidos son también indispensables para la formación, sino por sus competencias, es decir, sus capacidades de hablar y actuar con propiedad, analizar, razonar, calcular, argumentar, valorar, decidir… Así los profesores evitamos evaluar por la mayor o menor sintonía ideológica que tengan los alumnos con nosotros. Hay que estar abiertos sin cesar a la crítica: la última palabra siempre está por venir. Es un saludable signo de pluralismo ideológico que los alumnos obtengan la máxima puntuación defendiendo otras posturas.
Probablemente la figura más revolucionaria sobre la educación que ha existido en esta tierra, Francisco Giner de los Ríos, se lamentaba: “Se nos enseñan muchas cosas, menos a pensar y a vivir”. Sin duda es conveniente contar con maestros que nos enseñen a pensar y a vivir, pero poco o nada se puede hacer si los alumnos carecen de la virtud en la mirada para reconocer y distinguir el valor de pensar y vivir libremente. Sospecho que un buen aprendiz puede hacer más por un mal enseñante que un buen enseñante por un mal aprendiz. En otras palabras, el ejercicio de la escucha y la recepción es más determinante que el de la emisión de mensajes, si es que en rigor se pueden separar.
Todavía más, la libertad difiere según nuestras concepciones políticas. Lo que es imprescindible en las democracias modernas, además de la división de poderes, el respeto a la ley, la justicia, la igualdad y la libertad, es el pluralismo ideológico, vinculado a la libertad de expresión, es decir, la necesidad, al fin y al cabo ineludible, de que pensemos y seamos diferentes. Ahora bien, esto no significa que todas las creencias sean válidas y, menos aún, que sean igual de valiosas. El racismo, la xenofobia, la discriminación contra las mujeres… y otras prácticas intolerables atentan contra la dignidad humana. Por ello, como decía Savater, “piense usted lo que quiera, pero piénselo”.
Tribuna «Los sueños de la razón»
Revista CASC
Número de diciembre de 2017, página 2
Sebastián Gámez Millán (Málaga, 1981)
Licenciado y doctor en Filosofía por la UMA con la tesis La función del arte de la palabra en la interpretación y transformación del sujeto. Ejerce como profesor de esta disciplina en el IES “Valle del Azahar” (Cártama Estación). Ha sido profesor-tutor de Historia de la Filosofía Moderna y Contemporánea y de Éticas Contemporáneas en la UNED de Guadalajara. Posee diez años de experiencia docente en centros públicos y concertados, en los que ha ejercido de tutor de diferentes grupos de Bachillerato y la ESO.
Ha participado en más de treinta congresos nacionales e internacionales y ha publicado más de 90 artículos y ensayos sobre filosofía, antropología, teoría del arte, estética, literatura, ética y política. Es autor de Cien filósofos y pensadores españoles y latinoamericanos (Ilusbooks, Madrid, 2016), y en breve aparecerá Conocerte a través del arte (Ilusbooks, Madrid, 2018). Ha colaborado con artículos en diez libros, entre los cuales cabe mencionar: Ensayos sobre Albert Camus (2015), La imagen del ser humano. Historia, literatura, hermenéutica (Biblioteca Nueva, 2011), La filosofía y la identidad europea (Pre-textos, 2010), Filosofía y política en el siglo XXI. Europa y el nuevo orden cosmopolita (Akal, 2009).
Ha comisariado dos exposiciones de arte (La caverna de Platón y La torre de Montaigne), una de fotografía (Lugares comunes) y escrito para diferentes exposiciones de pintura.
Escribe habitualmente en diferentes medios de comunicación (Descubrir el Arte, Café Montaigne, Homonosapiens, Sur. Revista de Literatura, CASC, Culturamas…) sobre temas de actualidad, educativos, filosóficos, literarios, artísticos y científicos. Le han concedido cuatro premios de ensayo y varios de poesía, entre ellos el premio de Divulgación Científica del Ateneo-UMA (2016) por Un viaje por el tiempo, ensayo que la editorial Renacimiento ha acordado publicar en otoño de 2018.